martes, 21 de abril de 2009

Psiquiatría, investigacion y otros absurdos del montón.

Personalmente esta palabra investigacion no me resulta in-significante. Mi entrada en la medicina tiene que ver con un gran aprecio por la investigación. Antes de encontrarme con Freud, y, posteriormente con Lacan, me dediqué gustoso al estudio de la ciencia más formal. La ciencia, el positivismo, eran para mí el método de conocimiento de las cosas. En mi descarga decir que era adolescente y muy ingenuo. Bueno, el caso es que animado por este afan científico, me decidí a estudiar medicina. Tras tres años los estudios de medicina se tornaron algo hastiante y la investigación que allí encontré no tenía nada que ver con lo imaginado. Azorado y perdido en la inmensidad de esta encrucijada, apareció no azarosamente, el psicoanálisis. Y todo arrancó de nuevo. Acabé medicina y comencé la residencia en psiquiatría. Abandoné mi hogar y marché totalmente entusiasta. Dispuesto a encontrarme con la psicopatología, el psicoanálisis y con toda una práctica clínica de la que aprender. Para mi sorpresa lo que me encontré fueron científicos. Bueno, me encontré con un facsímile de la ciencia. Pero no sólo en los compañeros médicos. En los pasillos unos señores de corbata me contaban maravillas de sus nuevos productos científicos. Me daban a leer estudios científicos que demostraban las hazañas de sus tratamientos científicos. Los pacientes por otro lado no se quedaban atrás, me hablaban de sus diagnósticos, de la serotonina y de cual es la mejor dosificación para calmar su mal. También a veces elevaban una queja a las altas instancias para pedir por favor un centro de investigación y tratamiento para la fibromialgia o la bulimia. Diligente absorbí toda esta demanda como pude y me dispuse a digerir toda esta ciencia que yo creía yerma y olvidada. Y descubrí varias cosas.

La gente tiene ahora enfermedades mentales. Estas figuran como epígrafes en varios manuales de uso cotidiano. Cuando digo cotidiano quiero decir que están al alcance de jueces, abogados, trabajadores sociales, monitores de tiempo libre, la mujer que limpia mi casa y un primo de Cuenca que es bombero torero. Estos manuales vienen a explicar que lo único que existe es lo que se describe. Lo que se ve. Por ejemplo, si estás muy triste una vez es un episodio depresivo. Si te pasa a menudo es un episodio depresivo recurrente. Si luego estás muy contento es bipolar tipo II. Si estas hecho un lío, alegre pero fastidiado, serás un trastorno bipolar tipo mixto (como el sándwich). Si estás loco hay muchas opciones pero como repitas un poco tus locuras serás una esquizofrenia de libro. El caso es que tuve que ponerme a estudiar para entender como se había llegado de repente a estas conclusiones. Digo de repente porque lo que si sabía es que esto de las enfermedades mentales no era algo tan claro hace tan sólo 30 años. Pues bien; todo esto tenía una lógica. Desde hace tiempo los psiquiatras, los antiguos alienistas, han decidido ser médicos. Pero desde los años 50, con la aparición de los psicofármacos este viraje hacia la medicina ha crecido exponencialmente. Por supuesto, como médicos que son, utilizan el método experimental para conocer. Con la ayuda de la lógica hipotética-deductiva aventuran sus hipótesis diagnósticas y luego comprueban tratamientos. La tesis principal es el trastorno en la recepción de neurotransmisores. Si: como la diabetes. Si estas mal será tu cerebro que anda estropeado. A estas alturas, pensando científicamente comencé a plantearme ciertas dudas razonables que diría Descartes. Pensé entonces cosas como: ¿por que hay un 40% más de depresión en Occidente? ¿Será un virus? ¿Una pandemia que afecta sólo a gente que vive en los supuestos estados del bienestar? ¿O quizás tenga que ver con que el bienestar tiene que ver con el malser? Bueno, aparté estas dudas y seguí intentando adentrarme más en como se investiga en psiquiatría, no fuese a ser que en mi ignorancia me estuviese perdiendo algo. Resulta que los científicos, los médicos, algunos compañeros míos muy queridos, hablan con un señor de un laboratorio muy majo que nos invita a comer, a viajar y a veces a cosas al límite del buen gusto. A resultas de estos opíparos encuentros deciden hacer un estudio científico. Este estudio, por ejemplo, puede versar sobre el bienestar que procura tal fármaco en los individuos diagnosticados de esquizofrenia paranoide. Procedemos entonces a juntar a los pacientes, darles pastillas y luego pasarles una escala. Una escala es una forma de medición. En este caso del bienestar. Pero claro, mi inocente pregunta en esos tiempos era: ¿y como se yo que esto mide esto? El método científico está muy bien para medir los átomos de uranio que pasan por un tubo imantado, o los niveles de azúcar en sangre. Pero estas escalas miden afectos, impresiones, cuantifican la felicidad, la tristeza, la hostilidad o el dolor. Cosas que tienen que ver con la subjetividad y que atraviesan la matriz del lenguaje como eso que, en su estructura, no todo se puede decir y nada tampoco se puede no decir. La cuestión es que me contaron que una escala se valida siempre atendiendo a otra escala que sirve de referencia. Por tanto la escala Myflower Pilgrihm de depresión en esquizofrenia está validada, es decir, mide lo que mide, porque la escala Mcmardighgam de depresión mayor de Toronto Entero (Canadá) así lo confirma. Esta a su vez fue, en su día, validada por otra. Entramos en una espiral infinita de validaciones donde nos ataca una duda. Hubo un momento en que se creo la primera escala. Si. Existió una escala primigenia que validó a otra. Noten que nos acercamos en estos momentos al momento mítico de las religiones. Parece como si dios o un ente superior hubiese entregado a los científicos de la salud mental la escala de la ley, esa que asegurará la cientificidad de todos los estudios del universo. Claro, esto resulta ciertamente inquietante. El método científico aplicado a la subjetividad parece que flaquea a la hora de dar cuenta de su habitual rigor y objetividad. De hecho fíjense que la ciencia, en este punto, se acerca más a la religión, cosa paradójica, porque la ciencia acostumbra a cernir lo real por la matemática más exacta. Eso sí, ante el abismo de la subjetividad, se agarra a la fe en las escalas (que de exacto no tiene nada) y si no es en estas, sueña, declaradamente, con la infalibilidad de la estadística, esta matemática que tantas sorpresas ha dado a veces.

En fin, entonces ¿como es que el psicoanálisis en esta encrucijada ha sido tratado de religión o incluso de secta? Pues precisamente por lo mismo. En ocasiones elevamos a la categoría de dogma frases hechas: “esto es una forclusión del nombre del Padre, esto es algo que se ha desengachado, esto es un goce de lo real etc…A los científicos les parecen epifanías de los psicoanalistas. Magia negra. Si bien podemos decir tranquilamente que a la hora de hablar de la subjetividad estamos en lo mismo: la ciencia con su delirio de las escalas, y el psicoanálisis con su jerga. Eso sí, hay un elemento diferencial. El psicoanálisis desde Lacan vive en un esfuerzo de poesía sabedor del no-todo del lenguaje que nos atraviesa. Asumimos de entrada la insuficiencia de nuestro saber. Nos manejamos en la docta ignorancia que dijo Lacan. No sabemos nada de la persona que tenemos enfrente y ni siquiera lo intentamos. De hecho el psicoanalista siempre suele desmontar las primeras declaraciones y postulados cuando un paciente se nos presenta. Eso si, tenemos un cierto saber sobre los límites del saber y del goce.

Una última cosa: ¿cómo se investiga en psicoanálisis? Al revés que la ciencia: por el método inductivo. Freud renovó el panorama psicopatológico a través de cinco casos princeps que le sirvieron para ilustrar su teoría. Y ¿cómo investigamos los psicoanalistas? A nivel teórico por la hermeneútica. A nivel práctico igual que Freud. Con los casos particulares. Todos tenemos nuestro profesor de psicosis, nuestra histérica de cabecera o nuestro obsesivo de cupo. Estas estructuras no son inamovibles, si no que continuamente, se articulan con el discurso social dando lugar a las más variadas declinaciones del síntoma. Nuestro investigar tiene que ver con depurar los fenómenos para ser capaz de ver, entre la madreselva, nuestra clínica estructural. No para convencernos de su validez sino para operar con la demanda y, desde la transferencia, permitir que el psicoanálisis siga siendo una clínica. Una clínica basada en el uno por uno, en el sujeto a sujeto. Sin epígrafes ni taxonomía. Sin más etiquetas que las que incordian el cuello los jerseys del Zara.

sábado, 18 de abril de 2009

el abuelo toma coca

Hablábamos en el centro de atencion a drogodependientes, donde actualmente trabajo, de la segunda generación de consumidores de droga en España. De como hay una muesca generacional de padres consumidores, especialmente en Galicia. Y de como los hijos de los yonkis, han pasado por todo una historia de desestructuración familiar, desamparo e instituciones. Hablabamos también de que, paradójicamente, algunos de estos infantes en la primera adolescencia ya comienzan con conductas disruptivas y consumos de diferentes drogas, (no ya tanto heroína). Comentábamos que algunos de estos jóvenes terminan, además, acudiendo al centro. Es casi como una especie de tradición familiar. El centro aparece como un lugar simbólico inscrito en la historia de las familias. Un sitio que reintroduce algo de orden del deseo en todo este goce desordenado y sin freno. El caso es que embebidos en estas cogitaciones andábamos, cuando una paciente joven y con una historia catastrófica, que evidentemente no vamos a explicar, aparece. Trae una demanda de tratamiento porque le han quitado la custodia de su hijo. Este hijo, ya puber, ha comenzado con consumos y fugas; y esto ha hecho intervenir a Menores. En medio de la queja y la demanda la paciente entona un: "joder, es que, estaría mejor conmigo, el abuelo toma coca". Perplejo y ojiplático rezo interiormente: los clínicos siempre tarde. Andábamos dándole vueltas a la segunda generación de yonkis, teorizando y suponiendo toda una lógica familiar y de intervención, y resulta que la tercera generación de sujetos, bajo el significante de la droga, ya está llamando a la puerta.
Y es que como dijo Chaslin en sus Elements de semioligie et de clinique mentales (1912): " Podemos estar tranquilos, las teorías mal asentadas pasan, la clínica permanece"*


*Cita tomada del maestro Ramón Esteban Arnaiz alias "Darth Pencil" en su artículo: "Sobre algunas disciplinas fundamentales para la psicopatología general. Publicado en Norte de Salud Mental 24. 2005 pag 28-37.

martes, 7 de abril de 2009

Fenicios

La industria farmaceutica nunca dejará de sorprenderme. A veces sueño con mundos de psiquiatras que no conozco. Creo que hay psiquiatras escondidos en algún sitio, estudiando e interesados realmente en su profesión. Sueños diurnos en los que mi querido psicoanálisis no es la única vía para que las personas interesadas en la psicopatología elaboren un saber y se discuta. Suspiro pensando que mis compañeros guardan la desidia y el abandono en una caja, y releen a los clásicos y se hacen preguntas.
Pero la industria es implacable. Siempre me demuestra lo contrario. Continuamente diseñan productos a la medida de la idea de psiquiatra que intento eliminar con mis ensoñaciones. La industria tiene un negocio y nosotros somos los transportistas y, como tales, de vez en cuando, la carretera nos sorprende. Hace tres meses recibí un regalo envenenado de parte de un delegado. Era un libro escrito por psiquiatras llamado algo así como: "Marketing de la consulta privada psiquiátrica". Demencial. Observen. El laboratorio paga a unos psiquiatras por hacer un libro sobre como llevar consultas privadas. Estos, que ya son psiquiatras forrados en sus privadas, se forran mas y, además, se quedan muy a gusto y recetan mas de ese laboratorio. Encima se quedan con la sensación de que aunque la psicopatología se la sude han publicado algo bueno y a la altura de los tiempos. Inquietante. Eso si, lo que te daba la referencia de que era eso, eran las fotos que inundaban el "libro" (""=generoso). Fotos de un psiquiatra lozano , de media cana parietal. Una especie de Richard Gere de la psique. Un modelo sabio y templado. Horripilante. Por supuesto lo que hojeé/ojeé del libro, era un compendio de como parecer molón pero a la vez cobrar implacablemente. Es impresionante que piensen que el resto de los psiquiatras no saben hacer eso. Es delirante que se les ocurra. Es marciano que lo publiquen.
Después de este episodio y sin recuperarme todavía, un paso más.
Un laboratorio me trae hoy un cd/libro con diapositivas sobre la esquizofrenia....pero.....así en general, esquizofrenia en esquemas......un refrito,algo así como psiquiatría en fascículos de planeta agostini. Me costó media mañana entender el regalo, pero el mensaje era algo así como: cuando tenga que venir a un congreso de estos absurdos que hacemos, ni siquiera tendrá que trabajar ni investigar nada. Podrá decir cuatro bobadas y repantingarse sobre su propia infautación. Ya lo hemos fabricado para usted. Su discurso esta hecho. 200 diapositivas sobre esquizofrenia actualizadas, y listas para pasear. Para que vaya tranquilo a los congresos y lea las diapositivas...... y coma.... y beba y.... se vaya de putas.... y recete.
En fin.

viernes, 3 de abril de 2009

psicopatología de taxista de la vida cotidiana.

Es de sobra conocido la existencia de una línea imaginaria que ata el cliché taxista-puro-gordo-facha-la cope. Todos estamos acostumbrados a coger un taxi y escuchar opiniones políticas y peroratas sobre la insatisfaccioón y la falta de diligencia en el mundo. Es un clásico urbano que estos conciudadanos son los que saben de todo, los que mejor conducen y los que además quieren continuamente explicarlo. Lo único que no explican es porque esas mentes privilegiadas se dedican a llevar gente de un lado a otro. Por supuesto es vox populi, que poco se puede hacer cuando uno entra en una de estas burbujas ideológicas móviles. Algunos piden silencio o bajar la radio, otros, movidos por la desidia y la desesperanza asumen el chaparrón ajustando la facies y excretando monosílabos a discrección. Quedamos algunos que, motivados por algún tipo de espítiru de redención surrealista, enardecemos a estos cabrones hasta llevarles al punto en que mascuyan en nazi y se sienten ligeramente culpables.
Realmente hay poco de psicopatología en esto. Se puede hablar del miedo, de la frustración y de la búsqueda de ese hombre que es el verdadero amo que nunca encuentran. Un ideal tan plomo y pesado que no hay nada a su altura. Ello se limitan a explotar la cosa de que la vida es una mierda (no la propia) porque hay mucho hijo de puta y no hay nadie con capacidad para arreglarlo.
Desolador pero no especialmente grave en términos psicopatologicos.
Eso sí. De vez en cuando tenemos a los "otros taxistas". Almas desvalidas, freakes desposeídos de lugar identitario, fanstasmas suburbanos que navegan por las ciudades y para los cuales su luz verde si que significa esperanza.
Ayer recluté a uno más para este grupo. Ha sido el taxista que más me ha impresionado y tengamos en cuenta que, a veces, cojo taxis por el placer epistémico de saber más en torno a esta especie ciudadana. Es un hombre de unos 40 años, gordo y calvo. De entrada susurra un escueto y tímido bunas noches. Arranca suavemente y deja pasar otros coches. Para en el paso de peatones y parsimoniosamente se desliza por cuestas y baches sin apenas efecto inercial para este su pasajero. Ante estas delicadezas me decido y le pregunto algo espúreo en torno a la zona y a unas recientes obras. Y aquí comienza el regalo.
Me comenta que esta zona es peor por la mañana. Que hay mucho tráfico. El ha estado 20 años trabajando de noche y que ahora como premio le tocan las mañanas. No las soporta. Me cuenta como las ha dejado y ha vuelto a las noches. Prefiere las noches. Por las mañanas hay mucho tráfico. También escucha el ruido de los pájaros entremezclado con el caos de la urbe. Por la noche es distinto. El recuerda muchas noches en el taxi. Se paró durante una temporada en una rotonda a ver una pareja de mirlos en un árbol. Durante unos días vió como les acechaba una lechuza. Y todo esto existe en plena ciudad, -decía. También recuerda una rotonda donde un día pasó una jineta e incluso un jabalí. Estúpidamente me meto en su speech y me quejo del ruido de las gaviotas por la noche. El me comenta que son animales que se adaptan a todo y que el ruido es porque las madres vienen a alimentar a sus pequeños. Me cuenta mil y un detalles más. Infimos, delicados. Matices. Poesía suburbana en un taxi a la noche. 20 años de esto. Nos quedamos parados en mi destino un tiempo. Le dije que él tenía que escribirlo. Que estaría encantado de leerlo. Me dijo que si, que a veces, que puede ser, que lo había pensado. Pero que claro, le resulta extraño: el es taxista.

miércoles, 1 de abril de 2009

cuitas de consulta

Tras la fanfarria de los sintomas y los sindromes. Bajo la feria del trastorno limite de personalidad y de la anorexia-bulimia, y, sepultada entre los ingresos hospitalarios, la eterna histeria por fin asoma la cabeza, y como no, portando la bandera de la insatisfacción.
Por fin se puede hablar. Hoy una persona, antes usuaria, ha comenzado a decir que no soporta estar sola y que quiere cambiar eso. Atrás queda el ruido y la nosografía.
El psicoanálsis empieza cuando las personas dejan de yollear y permiten que el sujeto empiece hablar y a no saber lo que dice.