sábado, 23 de enero de 2010

El locus de Unamuno

Unamuno siempre habló desde un lugar muy especial.
Extraemos este fragmento de su ensayo "Como se hace una novela".

Estar loco se dice que es haber perdido la razón. La razón, pero no la verdad, porque hay locos que dicen las verdades que los demás callan por no ser racionar ni razonable decirlas, y por eso se dicen que están locos. ¿Y qué es la razón? La razón es aquello en que estamos todos de acuerdo, todos o por lo menos la mayoría. La verdad es otra cosa, la razón es social; la verdad, de ordinario, es completamente individual, personal e incomunicable.

La razón nos une y las verdades nos separan. (Más ahora caigo en cuenta de que acaso es la verdad la que nos une y son las razones las que nos separan. Y de que toda esa turbia filosofía sobre la razón, la verdad y la locura obedecía a un estado de ánimo de que en momentos de mayor serenidad de espíritu me curo. Y aquí, en la frontera, a la vista de las montañas de mi tierra nativa, aunque mi pelea se ha exacerbado, se me ha serenado en el fondo el espíritu. Y ni un momento se me ocurre que esté loco. Porque si acometo, a riesgo tal vez de mi vida, a molinos de viento como si fuesen gigantes es a sabiendas de que son molinos de viento. Pero como los demás, los que se tienen por cuerdos, los creen gigantes hay que desengañarles de ello.)

miércoles, 20 de enero de 2010

Y.

¿Y que pasa si alguien prefiere no saber nada?
¿Y si alguien opta por la minusvalía?
¿Y que pasa si prefieres no bajarte del carro de tu síntoma?
¿Y si ya tienes tu personal tratamiento en forma de droga?

Pues a veces esto pasa. Y algunos piden paradójicamente ayuda. Pero no ayuda para cambiar si no para que avales la imposibilidad del cambio. O ni siquiera. Para que los anestesies un poco más. Desde el psicoanálisis la opción ética es apuntar siempre en la dirección contraria. Pero a veces es peor. A veces no querían ni siquiera oir que existe esa opción. A veces, a fin de evitar males mayores, el psicoanalista tiene que pasar de la ignorancia docta a una casi excelsa estulticia y como se dice habitualmente dejar al sujeto con su goce en un "para ti la perra gorda".