lunes, 8 de marzo de 2010

Tambien teniendo en cuenta lo que comen...

ELPAIS.com 03.03.10
Cultura
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO

Bilis negra

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO

03/03/2010
 

Si usted sufre con o sin motivo (aparente), si no es feliz, si se siente frustrado o malquerido o culpable por algo que hizo o dijo (o que cree que pudo haber dicho o hecho), o porque la vida es injusta y no ha conseguido lo que de ella esperaba, si le entristece la pérdida o la traición de un ser querido, si experimenta cualquiera de esas sensaciones (o de otras semejantes), entonces es que está usted enfermo y precisa cura. Pero, tranquilícese: la farmacia está siempre ahí para ayudarle. Al fin y al cabo, su felicidad puede depender de un sencillo ajuste neuroquímico.
La depresión, mal de una época en la que nadie quiere sentirse responsable de nada y el dolor no se tolera (aunque se inflige a otros)

Treinta millones de estadounidenses a los que se les ha diagnosticado depresión en cualquiera de sus grados se gastan cada año más 10.000 millones de dólares en antidepresivos y ansiolíticos. La antigua bilis negra de los clásicos, la acedía medieval, la abstracta Melancolía a la que Durero puso rostro y decorado en inolvidable grabado, el spleen de caballeros y damas posrománticos, se ha transformado ahora en depresión, auténtico Weltschmerz -mal del mundo- de una época en la que nadie quiere sentirse responsable de nada, en la que el dolor no se tolera (aunque se inflige a otros) y el deseo y la pasión pueden ser interpretados como síntoma de insania.

Desde hace poco más de medio siglo, cuando su nombre comenzó a pronunciarse en las consultas de los médicos de cabecera, la depresión se ha convertido en un útil comodín ideológico. La medicalización de la tristeza -o de la felicidad, según el énfasis que se ponga- ha llegado a ser una de las más sustanciosas fuentes de beneficios de las empresas farmacéuticas. Manufacturing depression, un libro de Gary Greenberg (Simon & Schuster, en EE UU, y Bloomsbury, en Reino Unido), analiza la apabullante patologización de la depresión que ha tenido lugar en Occidente en el último medio siglo. Las medicinas puestas en circulación para combatirla han sido tan diversas -y contradictorias- como las anfetaminas de los años cuarenta y cincuenta, los ansiolíticos de los sesenta, los derivados de las benzodiacepinas de los setenta y ochenta (¿quién, con más de 40 años, no conoce el Valium?), o el hasta hace poco "definitivo" Prozac, cuya campaña de promoción ("la depresión no es sentirse bajo, es una enfermedad real con causas reales", decía uno de sus eslóganes) le costó a la firma Lilly 22 millones de dólares en los primeros meses de su comercialización (con tanto éxito que las revistas Time y Newsweek dedicaron sendas cubiertas al fármaco).

Bernard Marx y Lenina Crowne, igual que todos los demás ciudadanos de Un mundo feliz consumen habitualmente soma, una droga -"con todas las ventajas del cristianismo y del alcohol y ninguno de sus defectos"-, para mantener el buen ánimo. También para ellos la felicidad es un asunto de química: un gramo a tiempo y se puede afrontar lo que sea (incluso un fin de semana). Greenberg no critica en su polémico libro que se les administre antidepresivos a quienes los necesitan: no es lo mismo la terrible enfermedad tan magistralmente descrita por William Styron en su libro Esa visible oscuridad (La otra orilla) que el malestar -mezcla de aburrimiento y frustración personal-, que conduce a Emma Bovary al suicidio, o que la náusea metafísica y sartreana de Antoine Roquentin. En una época en la que arrecia la ofensiva contra las terapias de la palabra (y especialmente contra el psicoanálisis), Greenberg las reivindica (y no sólo la "profesional") como alternativa al muy rentable imperialismo de la farmacopea. Dejando claro también, frente a la mitificación ideológica de la "felicidad" como pretendido "estado natural" de los seres humanos, que el sufrimiento forma parte de la vida y es factor fundamental de crecimiento y transformación personal.

REPRODUCIDO POR LA PLATAFORMA INTERNACIONAL CONTRA LA MEDICALIZACIÓN DE LA INFANCIA

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Juan Pundik

Presidente

6 comentarios:

  1. He pasado de leerlo en profundidad porque era un poco ladrillaco. De todas formas, este es el país de belén esteban, en el cual cualquier lego puede opinar de cualquier cosa, referido al artículo y/o a los comentarios. Luego (después)...plataforma contra la medicalización de la infancia? En fin, hasta que caiga "la china". Por cierto, propongo post: "Todo vale" (sobre el capitalismo, el hedonismo, el principio de placer, la inmediatez, la pulsión atrapada por el objeto a(dinerado, nhedónico, hora mismo!),...etc), o bien otro que se llamaría "El psicoanálisis como compulsión (also called El psicoanálisis, una put. mierd.")". Si la cuestión es no ser dogmático...o no?

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  2. O lo que eso lo mismo: Hay que estar a las duras y a las maduras. Una buena mili en Melilla nos hacía falta, si es que siempre lo digo!

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  3. a mi lo que me parece raro es que alguien pueda vivir esta ficción capitalista sin doparse. está claro que cuando no puedes meter más ropa en el ropero ni más coches en el garage se te venga el mundo encima.
    lo que tendrían que hacer los europeos es darse una vuelta por la india, africa o latinoamérica te aseguro que se te pasa la depresión o la fibromialgia en cinco minutos.
    cuando ya no puedes tapar la angustia con cosas no te queda otra que extender una mano amiga y tomar la que te ofrecen y te aseguro que ningún ser humano quiere anestesiarse cuando el encuentro es auténtico.
    lo que hace falta en esta cultura es un poco de vergüenza, conciencia y memoria.

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  4. Pues si lacantroop. cualquiera puede opinar haya leido en profundidad o no, sepa o no lo que es la plataforma y en general sea lego o no en lo que habla. Luego las personas leen y deciden. Algunos proclaman ex-abruptos de desesperanza y otros optan por no seguir legos.

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  5. Cuando me pongo triste y abismática prefiero escribir. Claro que tambiém prefiero escribir cuando estoy tonta perdida de alegría.

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