jueves, 19 de julio de 2012

Los amigos

Hace poco me han contado diferentes personas lo importante que fue tal o cual episodio donde perdieron a los amigos. Cuentan que fueron perdidas que tenían que ser. Perdidas porque la vida de cada uno iba por otros derroteros o porque se daban contradicciones imposibles de sostener. Perdieron a veces al grupo o a amigos concretos muy particulares. Relatan estas experiencias como momentos que todos siempre asumimos como muy normales. Cosas de la vida que explicamos desde el discurso habitual de: lo importante es el trabajo, la pareja y la familia. El caso es que rascando, asociando en análisis, muchos de estas pérdidas dejan una huella indeleble que funciona como un duelo del que no se habla pero que reaparece como síntoma en las siguientes relaciones sociales. Persisten de forma inconsciente esos amigos como unos interlocutores mudos frente a los cuales te cuentas las cosas y actúas en consecuencia. Eso sí, este diálogo va acompañado de la problemática de que estos ya no están, y con el correlato de que todo se complica porque eres incapaz de aceptar lo nuevo social que te circunda, en el sentido de que no es lo que tenías. A veces incluso decimos que es mucho menos traumático la perdida del abuelo o un cambio de trabajo obligado que estas reprimidas pérdidas. Pero, ¿por qué se reprime? Evidentemente la represión tiene que ver con el afecto que el hecho convoca pero hay que decir que la represión siempre se hace efectiva para cumplir con el discurso imperante. Es indefectiblemente un efecto del yo y del discurso donde este se instala. El discurso imperante no es otro que esa musiquilla que nos aparece en cualquier anuncio de coches o de bebidas refrescantes. Ese ronroneo de fondo que te está diciendo siempre: Tu eres uno, tu eres grande y tu sólo puedes gozar de todo lo que quieras. Tu modo de gozar lo eliges tu, el resto Just do it. Pero claro. No es así, si de algo precisamos es de un amigo. Alguien con quien compartir tus fantasmas y al que contarle tus cosas. Hasta Freud se carteó durante años con Fliess para ser capaz de enfrentar, ante el gran público, lo talentoso de sus ideas. Se trata, a pesar del imperativo autista desolador actual, de vivir la amistad como un espejo curvado que atempere tus goces y tus cobardías y que te permita un pequeño descanso en esa soledad tan fecundamente poblada de todo lo que te dicen.

1 comentario:

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