miércoles, 22 de agosto de 2012

Las vacaciones

Antes de tomarse unas vacaciones uno se pasa un tiempo soñándolas. Las paladea en una orgía onírica constante, imaginando las miles de tropelías gozosas que va a cometer o los miles de momentos de paz y relax que va a degustar. Luego el momento ocioso se hace acto y te pasas unos días exhibiendo tu liberación y abandonandote a tus más nimias apetencias. Pero siempre hay un día que se cuela con un extraño tufo de normalidad y con la apariencia de un día cualquiera. Es un día en el que sientes la primera vivencia de rutina. Luego algo pasa, una visita, un malestar, un dolor o una mala película y esa primera sensación de rutina se crece con la actualización de las miserias de la vida cotidiana. Se filtra alguna queja seguida de desesperanza y de repente tus fantasmas, tus horrores, esos de los que crees que te vas a librar en vacaciones, se instalan en el chiringuito firmemente adheridos a tu alegría. Te das cuenta de que los fantasmas van en la maleta. Impávido te entregas a lo de siempre. Al rato dices, "no, no puede ser". Reflexionas y te das cuenta de que el día que consigas modificar tu contexto a tu gusto y lo adaptes a tu deseo no necesitarás vacaciones. PD. Más prosaicamente convengamos que me he fastidiado la rodilla en una refriega veraniega y de ahí esta efímera disquisición.