martes, 30 de octubre de 2012

Adolescentes

La pregunta que me rondaba es esta cosa que se escucha a menudo de si los adolescentes de ahora son diferentes o peores o más difícil que los de antes. Pensé que desde la clínica quizás yo podría tener algo que decir sobre esto..Y Si la política decide la educación y el discurso social, pensé entonces que para hablar de los adolescentes de ahora habría que ver como lo político está actuando sobre ellos. Se dice, que los adolescentes ahora son insufribles. Que son una banda de de maleducados, narcisistas y poli-toxicómanos. Todo el día en su mundo con sus nuevos gadgets de contacto. Se dice que no respetan nada que están al botellón y que NiNi. Bueno esto es más o menos lo de siempre. En mi generación nos decían lo mismo y supongo que en las suyas también. En el año 85 eras un pasota con la litrona y ahora eres un NiNi de botellón. Siempre el paso de las generaciones y la reinterpretación que hacen los adolescentes del goce producen el mismo rechazo y prácticamente se escucha, generación tras generación, la misma cantinela. Realmente lo que habría que puntualizar no es tanto la cuestión del hecho adolescente, que responde más o menos a los mismos patrones desde el inicio la cultura, sino que habría que ver la respuesta social que se da al hecho adolescente. Como ya sabrán ser adolescente es ese momento del desarrollo donde el sujeto se confronta al ser adulto. Se producen un cambio hormonal y físico así como un desarrollo final de sus capacidades intelectuales. Gran parte de las experiencias de este período sentarán las bases de su conducta futura. Para el psicoanálisis la adolescencia es realmente un segundo momento. Es la actualización y puesta en escena de todo los encuentros de la infancia. Es el momento de la decantación final del fantasma y su formación sintomática. Casi todas las personas que hayan ido a un psicoanalista o que se hayan visto en la posibilidad de hablar francamente de uno mismo suelen decir "bueno lo mío es de hace mucho tiempo". Y este tiempo es la adolescencia. Se agolpan en esta edad los reencuentros traumáticos esta vez en el marco del fantasma. Y es que casi nadie tiene una infancia traumática. Lo traumático es después cuando el evento se repite. Y ese momento para la actualización de la sexualidad y de la muerte es la adolescencia. Les voy a contar una pequeña historia personal al hilo de esto. Cuando empezaba mi adolescencia, más concretamente andaba en esta especie de limbo hormonal que los manuales llaman pubertad, andaba yo muy neuras con la cuestión de ¿qué es lo que me va a pasar? Atrapado en una especie de urgencia y procastinación por el hacerse mayor. Entonces leía con fruición una de estas enciclopedias antiguas de mi abuelo donde te explican las etapas de la vida, los órganos sexuales y el paso de las estaciones y asistía atónito a todo una futura metamorfosis que estaba por acaecerme. En estas lecturas sobre la adolescencia resaltaba una palabra. La personalidad. La adolescencia es el momento de fijar la personalidad, decían. Absolutamente aterrador. Esto vino a mi mente porque preparando esta charla me llamó un amigo para hablar un rato. Me dijo que había discutido con su novia porque estaba se quejaba de que últimamente repetía una latiguillo que yo tengo. La mujer en cuestión le decía "no tienes personalidad". Entre risas quise tranquilizarle y le dije que eso es mucho mejor que lo de tener personalidad es una mierda. No hay nada mejor que dejarse llevar un poco por el deseo del otro y los dichos del otro. Bien el caso es que esto de la personalidad es algo que se juega en la adolescencia. Este concepto de personalidad, ya aborrecido en su día por Freud, no ha sido más que un asidero para los fenómenos exagerados que han aparecido en los últimos años en la psicopatología. Digamos que, ante las nuevas conductas disruptivas y la pasión por diagnosticar, la personalidad,una idea barroca e indefinible, se ha ido llenando de trastornos hasta el punto que, volviendo a Freud, ya nadie es normal. O citando a Caetano Veloso, " de cerca nadie es normal". Pero me quiero referir aquí al concepto más banal de personalidad, a la idea más callejera que no es otra que la gran pregunta adolescente de: ¿tú quien eres?. En psicoanálisis nos gusta más hablar de identificaciones. La gran vacilación de la adolescencia es que hacer con tu bagaje, con tus identificaciones primarias. Donde colocarlas para a estar a la altura de ser adulto. A ese nivel está la la fascinación adolescente por rediseñar su cuerpo, su vestuario y por adherirse a causas y a artistas. En este punto los adolescentes son los únicos verdaderos fans. La adherencia a un referente es para el adolescente casi imprescindible a sabiendas de la duda sobre su propia historia. El adolescente tiene que tejerse un traje a medida con las identificaciones de su propia historia, su subjetivación y los referentes que le da el discurso en el que está inmerso. Es en esta cuestión del discurso y del Otro donde podemos decir, no que estas generaciones actuales sean diferentes, sino que están sometidas quizás a un grado de mayor de dificultad a la hora de atravesar este trance de la adolescencia. Tal vez la palabra no sea dificultad, siempre es difícil, sino que el discurso en el que vivimos es en si bastante adolescente en el sentido de que es un discurso que solo apunta hacia si mismo. Abundaremos un poco en esta cuestión del discurso. Para ello vamos a seguir a Collete Soler en su trabajo El Discurso Capitalista. La noción de discurso la introduce Lacan en el psicoanálisis en el seminario XVII de El reverso del Psicoanálisis. Sustituye el término freudiano de civilización, un término más amplio y ambiguo, para dar cabida al concepto de discurso como modalidad o tipo de vínculo social. La tesis es que los lazos sociales, los lazos entre los seres humanos, con sus cuerpos, sus palabras y sus conductas, están ordenados por el lenguaje; no existen sin que los ordene el lenguaje. El postulado lacaniano y cito textualmente a Collette Soler es que "la realidad -y entiéndase por esto la realidad de los lazos sociales- está estructurada en el lenguaje y como el lenguaje". Es un poco complejo quizás explicar esto de los discursos pero antes de introducir en que afecta esto a los adolescentes voy a detenerme brevemente. Lacan, en este seminario del Reverso del psicoanálisis, plantea que existen cinco discursos. Cinco formas de lazo social. Están el discurso del amo, el discurso de la histeria, el discurso universitario,el discurso analítico y el discurso capitalista. Resumiendo quizás en exceso estos discursos plantean un esquema de cuatro elementos en las que se reparten cuatro tareas como vehiculadoras del lazo social. Estas son: el agente, el Otro, la verdad y la producción. Las diferentes combinaciones entre el sujeto dividido, el significante amo, el saber y el plus de goce darán los diferentes discursos. Para que se entienda. El lazo social entre los humanos se reparte entre el valor y las relaciones que tienen entre si la bandera o el emblema, el vicio, el conocimiento y el hecho de saber que no sabemos. Por ejemplo el discurso del amo es esa forma de lazo social en la cual hay una bandera, un rasgo, un líder que aglutina como agente, la producción de saber, la regulación del goce y la división subjetiva. El amo produce un saber que sepulta el goce y al que se dirige la división subjetiva. Es por ejemplo Rajoy dando un speech y todos organizando su ser para acomodarse a esto. Más claramente es el año 40 con el ascenso de Hitler. En el discurso de la histeria, el sujeto histérico se presenta ante el amo como dividido y le obliga a generar un saber, si bien el goce esta sepultado por esta división subjetiva que representa la histeria. Es esa mujer que escribe un libro para reivindicar su fibromialgia. Una enfermedad nueva única e incognoscible. En el discurso universitario el saber es el amo que busca el goce bajo el cual, en el fondo, esta la división. Es Punset preguntando a un físico de Massachusets donde está el área cerebral de la verdad. Delirante. En el discurso analítico el psicoanalista se postula como un goce ignoto que pregunta a la división subjetiva por un saber que está oculto. Para entender esto vean Y todo lo demás de Woody Allen. Por último Lacan habla del discurso capitalista. Este discurso representa una novedad respecto a los otros discursos. Estos discurso de los que he intentado hacer un esbozo rápido producen un lazo social. Todo se cuece entre el agente y el Otro. Están en continua producción porque siempre hay un punto de ruptura. Todos estos discursos nos obligan continuamente a re-inventarnos. Digamos que están vivos en lo social. Aún maltrechos funcionan. Es algo que nunca se cierra. El amo nunca funciona del todo, la histérica nunca tiene lo mismo, la universidad agoniza desde siempre y el psicoanálisis lleva muriendo 100 años. Fantástico. Ahí estamos entretenidos. Tenemos motivos para querernos y odiarnos. Pero el discurso capitalista es otra cosa. Nos entretiene pero no nos sostiene. El discurso capitalista no sostiene lazo alguno entre los seres hablantes, sólo escribe la relación de cada sujeto con el objeto de plusvalía. En el discurso no hay punto de ruptura. Uno puede ser agente productor, degustador de objetos, saberes e incluso un objeto en si consumible. Citando de nuevo a Collete Soler ya en 1972 Lacan advertía que el discurso capitalista deshacía el vínculo social y dejaba a cada uno enfrentado con el objeto plusvalía. Esto produce varios efectos. Por un lado la precariedad. La precariedad de los vínculos, de la familia de la pareja, del empleo. Por otro lado el aumento de sensación de falta de sentido. De ahí la proliferación de fuentes de saber y destino tipo religiones, psicólogos , psiquiatras, Punset y, porque no decirlo psicoanalistas. Los psicoanalistas vivimos de la falta de sentido. Lo decía Freud. Cuando un sujeto se interroga por le sentido de su vida, este sujeto está enfermo. Para finalizar con las consecuencias del discurso capitalista. Este tipo de vínculos precarios y sin sentido obligan al sujeto a un individualismo, como dice Collete Soler, forzado. Cada uno encerrado en casa con su gadget que le ha de proveer de placer y satisfacción suficiente como para no necesitar un otro. Bien este es el escenario donde a día de hoy un adolescente tiene que forjar su maldita personalidad. Claro. Es digamos, problemático, cuando menos. Intentar ser en medio de un lazo que no tiene referentes. Además el discurso capitalista produce otro efecto imaginario. Que es tener al adolescente como el arquetipo de amo del goce. Para el capitalismo el adolescente es la perfección. Es joven, consume de todo, todo le puede interesar, no tiene responsabilidades y su cuerpo es bello y apetecible. Es lo que todo ser debería ser. Manipulable, consumible y consumidor. Sin un deseo claro, sin objetivos, hedónico y porque no, solitario. Esto paradójicamente puede ser una pesada carga para el adolescente. Digamos que casi está obligado a ser imbécil, voluble y epicúreo. Aunque tenga un deseo fuerte por algo o una voluntad en algún sentido. Da igual, está en un momento en que puede disfrutar de la falta de sentido. De hecho ha de hacerlo. Es en el adolescente donde el imperativo superyoico de Goza toma un sentido literal. Son, resumiendo, víctimas de ser lo mejor. Carecen de una bandera aglutinadora que provea de sentido. Así como antiguamente había hermandades, fraternidades, gremios, equipos ahora hay solo hermandades de goce. Los sujetos dentro del discurso capitalista se reúnen con la excusa de algún consumo de un objeto. Menos da una piedra es verdad, pero el lazo que se establece, en muchas ocasiones, está exclusivamente cernido al hecho de poseer o gozar del objeto en cuestión. Es casi como una secta pero de cínicos. Me contaba un paciente adolescente que su mejor amigo lo es porque juegan al mismo juego en red desde hace años. Bien. Y, ¿qué salidas buscan los adolescentes ? y ¿cómo se defienden de este abuso del discurso? Pues por un lado están las tan cacareadas redes sociales. Internet y las redes sociales han permitido una forma de lazo que, aunque sujeta a los imperativos del discurso capitalista, permite el establecimiento de cierto vínculo. Y no sólo un vínculo adolescente cerrado al goce del objeto, sino un circuito donde entran en contacto con otros sujetos, otros saberes, y otras tradiciones. Es un circuito donde pueden acceder al discurso del amo, el histérico, el analítico y el universitario. Son plataformas donde se establecen vínculos en los que circula algún tipo de gratuidad en el sentido capitalista del término. De hecho la gran reivindicación de los usuarios de inherente es la gratuidad. Aislados y encerrado en un mundo de compra-venta la red supone un espacio para un posible amor. Un posible no se sabe, un posible punto de ruptura con el discurso capitalista. Por otro lado están los padres. Estos si que están fastidiados. Los padres estan en mayor o menor subsumidos en este discurso. No es algo opcional. No se puede cambiar. Para preparar esta conferencia me estuve leyendo manuales de como tratar a tus hijos. Creanme hay muchos. Las librerías están plagadas de libritos psicopedagógicos, manuales de instrucciones y guías sobre como tratar a los hijos y especialmente a los adolescentes. Hay uno que me ha llamado la atención poderosamente que se llama Adolescentes. Manual de instrucciones de Fernando Alberca. Famoso autor de Todos los niños pueden ser Einstein. Este es el perfil para que se hagan una idea. El libro está estructurado en diferentes capítulos con los típicos problemas de relación entre padres y adolescentes. Los títulos de los capítulos son de este orden: "Lo que más le importa". "Lo que piensa y siente". "Estoy de tu parte, la actitud de los padres". "Como corregirle". "Como subir su autoestima" etc…. Bien cada capítulo, tras una breve explicación acaba con una lista de consejos y otra lista de cosas a evitar. Les voy a leer algunos de los consejos: Para potenciar sus capacidades: -Tener libros en casa. - Hacer sopas de letras -Hacer esquemas con él antes de estudiar - Emplear el mayor número de palabras posibles al hablar - Componer figuras en un Tangram. (?) Para motivarle: - Alabar cinco buenos actos o cualidades antes de corregirle uno - Alabará sin reservas - Estar en silencio cuando no se sepa que decir. - Encajar con humildad las críticas acertadas del hijo. - Preveer imaginar cualquier situación que se tema antes de que se dé. Para que no les sorprenda. Al hilo de la autoestima: - Ponerse en su lugar -Alentarle -Apoyarle. Cuidarle. Consolarle - Prestarle ayuda. - Estar cerca de él. Y el mejor, al hilo de las nuevas tecnologías: - Probar a superar una mañana o una tarde sin el móvil o smartphone. Si se logra, intentarlo durante un día. - Retrasar la dependencia del móvil personal, retrasando la edad del primer móvil. Bueno así todo el libro. Personalmente me parece atómico. La cuestión no es tanto esto de los consejos, muchos parecen casi cosas de sentido común o casi razonables. La cuestión es el discurso del que da cuenta este texto. Absolutamente inconsciente y bienintencionado se aboga por la idea de una adolescencia del déficit, de la enfermedad y coloca a los padres en una solución absolutamente servil de cara a los adolescentes. Insisto seguramente muchos de estos consejos pueden ser de utilidad en el trato de un padre con un adolescente, especialmente si para el padre supone un problema el hablar con su hijo, pero lo que lee inconscientemente un adolescente es: mi padre hace cosas que no son habituales. Mi padre lee libros para tratarme. Mi padre de repente quiere jugar al Tangram. Soy lo más importante. Todo gira en torno a mi. Osea no tengo falta ninguna. Consecuencia angustia. Por lo tanto es un libro para apaciguar la angustia de los padres pero que paradójicamente puede generar más angustia en el adolescente. Por supuesto hay más maneras de tratar a un adolescente. Y no se crean es algo que se ha planteado mil y una veces a lo largo de la historia. Les voy a leer algunas de las ideas que Montaigne, en sus Ensayos, planteaba como imprescindibles para la crianza de un hijo. Estamos hablado de 1580 y no resultan para nada descabelladas. - Gustaríame que se procurase para su hijo un buen profesor que tuviese la cabeza antes bien hecha que bien atestada. porque , aunque se requieren las dos cosas, mas valen las buenas costumbres y el buen entendimiento que la ciencia. - No tome por principios los de Aristóteles, como no tomará los de los estoicos o epicúreos, sino propongalé esa diversidad de juicio y que el alumno elija, si puede, y quédese en duda si no. - Es opinión aceptada por todos que no conviene educar a un niño en el regazo de sus padres, porque el natural amor paternal enternece y relaja en exceso incluso a los progenitores más discretos. -Hágasele entender que condensar la falta que hay en su discurso, aunque sólo lo perciba él, es cosa de seso y sinceridad, que deben ser las partes principales que él busque. -El verdadero espejo de nuestros discursos es la marcha de nuestras vidas. Salvando la distancia de cinco siglos yo, personalmente, me quedo con Montaigne. Pero bueno, y para terminar, como hablo en calidad de clínico y no de crítico literario voy a hablar someramente sobre como se ve a los adolescentes desde la clínica. En este caso hay también dos maneras. Por un lado está la del manual de instrucciones que es la psiquiatría más oficial y por otro lado está la de Montaigne que es, quizás, más cercana al psicoanálisis. Para la psiquiatría las conductas de los adolescentes son en muchas ocasiones susceptibles de ser patologías. Sobretodo cuando los padres así lo viven. No es infrecuente escuchar la demanda de unos padres angustiados porque su hijo hace cosas que antes no hacía y luego escuchar a su hijo adolescente absolutamente normal diciendo mis padres no entienden nada. El problema es que últimamente muchos psiquiatras ya no interpretan. Recogen fenómenos los etiquetan y los medican. Si un adolescente dice "a veces me quiero morir" o "estoy supertriste" los padres se deslizan entre la angustia hacia una posición de yo no sé y terminan pidiendo ayuda a un psiquiatra ante la incapacidad para sostener la posición de yo sé. El psiquiatra escucha toma al pie de la letra y medica en consecuencia. El resultado es en muchas ocasiones yatrogénico. Especialmente si el adolescente en cuestión consume tóxicos. Ahí la vivencia de unos padres de ser malos padres de perder a su hijo, de los peligros de la droga etc… convierten la consulta en un "déle algo para que no sea así". Evidentemente no todos los psiquiatras medican bajo este frágil criterio pero es un hecho que la psiquiatría ante el hecho adolescente se ha convertido en un taller experimental de psicofarmacología. Para que se hagan una idea: el otro día acudí a dar una charla a Lanzarote y allí escuché a Antonio Olives, un psicólogo de Santiago. Antonio es un tipo muy riguroso que analiza todos los estudios y ensayos que se publican sobre medicación. Nos explicó que por ejemplo que en Texas, el 20% de la población adolescente está medicada. A menudo poli-medicada. Yo no conozco ninguna enfermedad mental que afecte a un 1/5 de la población. De hecho no hay ninguna enfermadas que afecte a 1/5 de la población. Salvo la tontería quizás. Por tanto la prevalencia parece que tiene que ver con el discurso. Con la incapacidad para vehicular la queja y el malestar adolescente de otra manera. Evidentemente hay otras maneras de dar una salida a los adolescentes. Una otra manera es el psicoanálisis. El psicoanálisis a este nivel se alía muy bien con los adolescentes porque los dos tiene un carácter subversivo. El psicoanálisis ofrece simplemente la posibilidad de escuchar lo único, lo singular. Y el adolescente si algo necesita es encontrar la singularidad. Un lugar donde poder armar un discurso sobre si mismo. Un espacio donde poder hacer orgullo de su síntoma y no dejarse comerciar por el discurso. Bueno, para terminar voy a leer unas líneas del libro Adolescencias porvenir de Fernando M. Adúriz, que resumen muy bien las dos posiciones clínicas a la hora de tratar con un adolescente: Hay dos maneras de enfocar la cura del adolescente: poniendo el acento sobre la identificación, siempre demasiado frágil del adolescente o poniendo el acento sobre el deseo. En la actualidad, el discurso contemporáneo consiste sobre todo en decir: “Reforzad sobre todo vuestra identificación”. Ser adulto es haber acabado la formación de este ego fuerte. A partir del momento en el que el sujeto está siempre inacabado, presentará necesariamente un trastorno de la identidad. En efecto, el yo fuerte exigido por la sociedad es un yo susceptible de tener una identidad cambiante. En consecuencia, desde fuera se persuade al sujeto para que se adhiera a tal o cual identidad, lo que le desangustia tanto como el carácter inestable de esta identidad restaura la angustia...O bien se elige la identificación o bien el valor de la desidentificación y del deseo».