Acuciado por los
brillantes blogueros que circundan esta red psi me encuentro en la obligación de volver a hablar del psicoanálisis esta vez con el entusiasmo de haber creado
cierto debate.
No voy a redundar en las cuestiones sobre la cientificidad que han quedado ya bien claras gracias a los amigos de
Postpsiquiatría. Añadir, si cabe, que creo que la psiquiatría en si no es un buen referente a la hora de hablar de una metodología experimental infalible como
ya comenté en otras ocasiones.
Tampoco vamos a hablar de la cosa esta de la religión de los lacanianos y de que si los lacanianos hablan en un código encriptado que repiten como mantras. No quiero abundar en esto, más que nada, porque es obvio que eso a veces pasa y que de gilipollas esta el mundo lleno (da igual la bandera que sigan).
La cuestión es que el psicoanálisis lacaniano es una lógica que supone volver al primer Freud, al de las representaciones, el de los lapsus, el chiste, los sueños etc con el punto de vista girado hacia el estructuralismo y hacia la dialéctica de Hegel. Esto evidentemente es más largo y complejo y se trata de una teoría sobre el ser con múltples aplicaciones en
filosofía,
literatura o
antroplogía.
Bien. Pero aquí el psicoanálisis este puesto en cuestión como terapeútica. Porque como discurso no funciona. Forma parte ya de la cultura pero las instituciones y los aparatos del discurso del amo no se rigen por la lógica psicoanálitica. Funciona si cabe como terapeútica, y es ahí donde tiene que demostrar el valor de sus postulados.
A este nivel voy a intentar dar una serie de claves técnicas de como hace el psicoanálisis en la consulta. Seguro que muchos de los lectores notarán de repente que ellos estaban haciendo psicoanálsis o algo parecido:
1. La única verdad es que todo es mentira. Las palabras nunca significan lo mismo para nadie. El sentido es algo que consensuamos continuamente con las gafas de nuestro fantasma personal.
2. Cada sujeto es único en su forma de estar en la vida y de gozar de ella. Nuestro trabajo es devolverle ese estatuto de unicidad y reinstaurar el valor de su deseo.
3. Hay que saber de que sufre el sujeto y en que parte eso tiene que ver con él. Ahí entra en juego lo inconsciente. De como algo doloroso se repite por el goce que aporta. Este concepto de goce, es heredero de la pulsión de muerte y tiene que ver con la fijación en torno a lo traumático. Lo traumático, lo real, es eso imposible de atar con el lenguaje. Oseasé la sexualidad, la identidad, la lengua, la muerte etc.
4. La unica dirección en la cura es la que el deseo del sujeto sugiere. Siempre hay algo que se quiere y que se asume como imposible o que de alguna manera se elude.
5. La técnica es que la persona hable libremente (que es imposible) y se cuestione. Nada más. El silencio del analista es para que no se convierta en un diálogo ni en un blablablba.
6. No hay simetría. Nunca hay simetría como no hay relación sexual. Esto quiere decir que no hay una forma establecida y razonada de como son las relaciones. No hay un programa biológico ni un rito organizado para todos igual a la hora de las relaciones. Eso quiere decir que cuando alguien viene a consulta esta en posición de no saber algo de él. El analista asume el rol del que sabe. Eso sí, exclusivamente al nivel que el paciente tolera (esto es importante hacerlo con mimo). Es inevitable. Pretender una consulta de igual a igual es borrar la diferencia que existe entre las palabras.
Convengamos en este punto traer a Haley. (Nota: el análisis de Haley lo realiza Lacan del propio psicoanálisis desde Hegel en el seminario 17). Haley pone en duda el valor de este dispositivo irónicamente al establecer esta disimetría. Quizás no lo pone en duda, simplemente lo llama juego. Lo cual no está mal. Hay algo de la pantomima en el dispositivo. Es verdad. Como decía Lacan es una paranoia dirigida. Quitando el matiz de que hay gente suicida y gente muy grave que va al psicoanalista (como van a otros terapeutas, of course). En ese punto lo del juego, y la cosa de las las jugadas en el análisis de Haley resulta un poco frívolo.
Respecto al final de análisis, acierta Haley con la cuestión de la asunción del síntoma, en este "al final me da igual". Si bien habría que ahondar un poco en eso. Una persona acude con síntomas del orden: "me angustio en el trabajo", "tengo fobia a la gente"o " la vida es una mierda". Eso poco a poco se va trasmutando en: "mi jefe me pone en un lugar que no se que hacer", "no es la gente soy yo que tengo que hablar lo que me da miedo" o " mi vida es una mierda y eso en gran medida es por mis decisiones (no la vida)" y con los años eso cristaliza en formulaciones mucho más depuradas del orden "yo soy eso", "de lo que gozo en la vida es de esto". El inmedible ahorro de angustia y sufrimiento se hace patente y si no la gente no iría al psicoanálisis. Así de claro. En este mundo la gente consume de todo. Pero el psicoanálisis es un consumo un poco contracorriente porque no haces más que perder dinero sin saber muy bien hacia donde. Nunca tienes el objeto. No te dan al final un Ipod, o una PSP. Por lo tanto algo de otro orden sucede ahí. De todas formas como decía Freud, un análisis se acaba cuando el paciente se va. Estas últimas depuraciones del síntoma, estos estadios finales del análisis habitualmente son sólo para freaks como los psicoanalistas que al fin y al cabo no somos sino los más enfermos de todos y no quedamos contentos hasta que exprimimos todas las posibilidades del síntoma. De hecho a veces ni siquiera nos quedamos a gusto del todo y por eso montamos escuelas y otros delirios para discutir entre nosotros hasta el infinito.
En fin. Espero que resulte útil este escrito y que suscite más debates y disquisiciones varias.