Sieso, duro, maniatado por la certeza Richard fue uno de los chicos más recordados en el colegio. Todos recuerdan el privilegio de haber asistido al episodio del acento circunflejo. Asistía francófilo Richard a la clase de inglés cuando sus ingles en un reflejo autónomo se apoderaron de él cual mono y comenzó un extraño baile de espasmos y orgasmos. Las musas se tornaron asnos y sólo fue capaz de liberarse de esta espasmodia cuando su amiga Teresa borró el acento circunflejo y suelta la presa de su voz, esta, entonó la marsellesa. Fue el primer encuentro de Richard con lo arbitrario del lenguaje. Y no movió ficha hasta haber pagado con los años un gran peaje. Este consistió en mantenerse mudo e impávido ante los mensajes del mundo y de la radio. Y no decía nada, y no era paranoia era para nada porque nada paraba la sensación de bombardeo de palabras que el mundo de repente le otorgaba. Le llevaron a los doctores, los asesores y a pueriescultores de los mas variados colores. Luego al abogado, al juez, a lo público y a lo privado. Al regional, al provicional,al de amparo y al constitucional. Al final lo consiguió y le fue reconocido su estatut de catatonia.
Luego dejó la catatonia. Un buen tipo simplemente le preguntó que tal estás tu y resolvió ser lo que sea menos anhedonia y acritud.
Cabronazo!
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